Vivir la experiencia de ser padres, muchas veces me he escuchado inculcándole a mis hijos el “deber ser” de algo o “el estar bien” y me doy cuenta que por ahí no va la cosa, va más por los hechos cotidianos que vivimos en el día a día de donde aprendemos y nos nutrimos, si, mi aprendizaje, es que para enseñar, aprender, se hace más efectivo viviéndola, es decir teniendo la experiencia de la vida, menos bla, bla, bla, y más hechos. He aprendido desde lo que en mi hogar pasa y lo que pasa en los eventos, y en consulta donde muchas mamás nos damos cuenta y reconocemos que inculcamos sin hechos.

Hace poco escuche una conversación donde el uno le decía al otro. “Vos es que sos bobo, nadar no lo aprendes leyendo, nadar lo aprendes nadando…” me hizo todo el sentido la conversación. Ser padres no se aprende leyendo, ser padres se aprende siendo padres.

Y si, es así, los hechos y la experiencia que se vive con los hijos se vive desde el levantarnos, desde unos buenos días, con amor y tranquilos, desde el espacio de llegar al cuarto de nuestros hijos y con voz amorosa y una sonrisa en nuestros labios, sencillamente le digamos a nuestro hijo o hija…buenos días, te amo, a mi hija por ejemplo le gustan los abrazos y que la despierten suavecito, le gusta hacerse la dormida. O como a mi hijo adolescente que no le gusta hablar mucho por la mañana y con un masaje en los pies, poco a poco se va despertando, y eso lo aprendí del día a día, cuando iba a la cama a despertarlo, él refunfuñaba y a mí su reacción me dolía, y como me dolía, me salía del cuarto en posición de víctima, “pobre yo, tan buena mamá que vengo con todo el cariño a despertarlo y así me paga”.

En mis conferencias, siempre hablo de la víctima y el ser responsables, y de que cultivemos y mantengamos nuestra esencia, que yo la percibo como la sensación, en la que me siento en paz, me siento que esa soy, que me digo así es, en amor.

Entonces cuando yo salía de la habitación de mi hijo sintiéndome víctima no me gustaba, porque no sentía que estaba en paz conmigo, entonces me dije : ¿bueno como quiero que sea? a mi hijo siempre le ha gustado que le hagan masajes en el cuerpo y en los pies, y un día hice la prueba en la mañana, más que hablarle, le empecé a hacer masajes en los pies, y me gustó mucho, como sin hablar, poco a poco, fue moviendo un pie luego el otro, abrió sus ojazos, me sonrió y nos dimos un abrazo, no hablamos y ahí ambos vivimos la experiencia de amarnos, miren que digo amarnos, porque no es el hecho de levantarse, es el hecho de como nutrimos nuestra relación, cómo ambos vamos creando vinculo.

Un@ de ustedes diría bueno y porque no deja que el mismo se levante, que le suene el despertador y ya. Porque mi tema y lo que más yo quiero en este espacio de la mañana va más allá. Va relacionado a la importancia de tener momentos de amor, de que cada día es un nuevo inicio, donde puedo darme el momento de vivirlo tranquilo, de saber que la vida tiene que ver con disfrutar también, con que en la vida el espacio que nos damos con el otro es más valioso que el deber ser de la misma vida.

No sé, si a ti, que me estas leyendo te pasa, que en el afán que vivimos, suena el despertador, nos levantamos y vamos rápido y le decimos al hijo o a la hija, se hizo tarde, levántate, apúrate que ya es tarde, puede que en el afán se crucen miradas rápidas, solo que no nos dimos el tiempo de vivir el momento maravilloso que implica el levantarnos, el agradecer, el sentir el calorcito del cuerpo de tu hijo recién de mañana.

Y acá para mí y para los padres con quienes interactúo viene la reflexión: ¿Para qué trabajamos? Y muchas de las respuestas tienen que ver, con que trabajamos para darles lo mejor a nuestros hijos: la mejor educación, su ropa, una buena alimentación. Y todo eso es perfecto y es así. Solo que en ese afán vamos a veces dejando a un lado los espacios de contacto, que hacen que para lo que trabajamos tenga sentido la vida.

La reflexión que hoy les comparto tiene que ver, con que no basta decir, lo que hay que hacer. Va más con que paremos un segundo de nuestra inercia y digámonos que queremos transmitir a nuestros hijos y también para mí como papá y mamá.

  • ¿Qué quiero lograr?
  • ¿Qué termino haciendo?
  • ¿Logro con lo que hago, conseguir lo que quiero?

 

Y en estas reflexiones, vívete el espacio que la vivencia te va dejando. Se los digo abierta y desparpajadamente, que delicia que en la casa haya errores, que delicia que yo sea una madre, esposa y trabajadora imperfecta, que delicia. A mí me pasa que eso me aliviana un montón de tener que ser de una determinada manera, y me permite tener una conversación con mis hijos y con otros papas, desde el aprendizaje. La vivencia para mi es una manera de poder acompañar a mis hijos, que se puede aprender, que puedo ser creativa y hacerlo de otra manera, también que la vida tiene diferentes momentos, que gracias al error puedo decir lo siento y mostrarme sensible, que la vida no es perfecta, que nadie es perfecto, que podemos caminar, caernos y levantarnos, que podemos agradecer lo aprendido, que podemos ponernos sombreros que nos inviten a reconocer que fue lo que pasó, que fue lo que sentí, que aprendo, que puedo tener en cuenta para la próxima vez, ser creativo, que es lo que buscaba que pasara.

Un abrazo y hasta la próxima, compártelo con otros y formemos así comunidad de aprendizaje y amor.

 

 

Claudia María